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¿El uso de los muñecos sexuales con apariencia infantil incrementa el riesgo de violencia sexual contra los niños, niñas y adolescentes?
Jueves, 5 de mayo de 2020
El moderno desarrollo tecnológico es imparable y sus efectos se dejan notar en los intercambios sociales de los humanos, así como en las relaciones sexuales. A la explosión de la distribución y consumo de materiales de explotación sexual infantil ahora se añade la de los muñecos sexuales con rasgos infantiles para adultos (en inglés se denominan pedo-dolls o pedo-bots). Los muñecos sexuales infantiles son réplicas muy realistas de bebés, niños y preadolescentes masculinos o femeninos. Se pueden configurar al criterio del comprador (color del pelo, de la piel, etc..) y con simuladores genitales adaptados a los órganos del adulto que los adquiere. Se fabrican mayoritariamente en China, Japón y el Sudeste asiático, pero se distribuyen globalmente. Estos muñecos ya incluyen funciones robóticas añadidas (respuestas verbales, movimientos programables…), del mismo modo que existen materiales de explotación sexual infantil en formatos de realidad virtual y aumentada. En Australia, Canadá, USA y muchos países europeos – por ahora – ya se distribuyen y crean problemas en las aduanas, con las leyes y la policía. Su propia existencia ya constituye un problema.
¿Son tan solo “juguetes” sexuales? ¿Pueden ser sustitutos terapéuticos para pedófilos? ¿Hay que autorizarlos o prohibirlos? Las opiniones están un tanto divididas, pero poco a poco se va imponiendo la idea de que han de ser prohibidos ya que su uso es análogo a la realización de comportamientos sexuales violentos con niños, niñas o adolescentes. Algo similar a lo que ocurre con los usuarios/consumidores de material de explotación sexual infantil y la pederastia.
Las opiniones acerca de estos objetos y sus efectos son diversas y, como es natural, se sitúan entre los dos polos del argumentario. Desde los que defienden su legalidad (incluso sus efectos beneficiosos) hasta los que claman por su prohibición. Pero, y aparte de las opiniones, ya existen algunas evidencias de sus efectos negativos, pero todavía no hay suficientes estudios para afirmarlo con total solvencia. Un estudio de mayo de 2019, publicado por el Instituto de Criminología de Australia, resume las evidencias publicadas en revistas especializadas para contestar a las siguientes preguntas:
- Los muñecos sexuales infantiles: ¿promueven la sexualización de los niños y niñas?
- Su utilización, ¿puede provocar una escalada en el deseo de tener relaciones sexuales con auténticos niños y niñas (pederastia de contacto)?
- Usar muñecos sexuales infantiles, ¿normalizará las relaciones sexuales pederastas y promoverá los delitos de contacto entre pederastas y menores?, y
- ¿Existe riesgo de que los muñecos sexuales infantiles se puedan utilizar en los delitos de grooming o acoso sexual?
De las respuestas a las anteriores preguntas que el estudio describe se deducen algunas conclusiones. De forma general cabe indicar que muchos resultados de los estudios empíricos realizados se basan en analogías. Al igual que los materiales de explotación sexual infantil o los videojuegos de contenido pedófilo, los muñecos aumentan el deseo sexual sobre los menores por medio de tres mecanismos:
- La escalada en el deseo de convertir la fantasía en realidad. Esta evidencia se puede deducir del hecho de que los consumidores de material de explotación sexual infantil, con el paso del tiempo usan materiales de contenidos sexuales más extremos, algunos de ellos violentos, pasan de las fotos fijas a los vídeos y películas y de allí al grooming en directo, etc… este proceso, sería probablemente similar en el uso de muñecos;
- La desensibilización acerca del daño que provoca el abuso sexual. Como en el caso del uso de materiales de explotación sexual infantil también, al no existir feedback real del muñeco sobre el daño que produce la violencia sexual, la capacidad de control del potencial agresor disminuye intensamente y no se ponen en marcha los mecanismos inhibitorios de esa conducta violenta, asociándose la satisfacción sexual al comportamiento con el muñeco, y
- La “cosificación” de la víctima, ya que la práctica con muñecos acaba convirtiendo el cuerpo del niño o la niña en un objeto, inanimado, sin vida ni propiedades humanas. Es algo “sin vida” y por tanto sin capacidad de sufrir daños. Este mecanismo mental convierte, por generalización, al cuerpo del menor en un objeto sexual y puede provocar una profunda y grave distorsión cognitiva, que también es otro grave factor de riesgo del comportamiento pederasta.
Si a estos tres elementos, que son claramente factores de riesgo para el abuso/agresión sexual de contacto con niños y niñas, le sumamos que la practica de relaciones sexuales con los muñecos se caracterizan por la disponibilidad permanente, falta de consentimiento y ausencia de la respuesta afectiva que acompaña al comportamiento sexual, se agregan muchos elementos que, éstos sí, se han evidenciado como factores de riesgo de la conducta de abuso y agresión sexual de contacto sobre los niños, niñas y adolescentes (la pederastia “tradicional”).
La conclusión apunta a considerar que el uso de estos muñecos no es una causa directa de la violencia sexual. La causa inmediata de las conductas de abuso sexual infantil siempre la encontramos en la decisión del pederasta de actuar de ese modo. Pero el uso de muñecos sexuales infantiles sí que puede aumentar el riesgo de aparición futura de comportamientos pedófilos y pederastas, naturalmente, en combinación con otros factores de riesgo. Un ejemplo real, identificado por la policía australiana, fue que un muñeco sexual infantil se usó como objeto de grooming y práctica sexual con otro menor, para grabar imágenes que, posteriormente, se distribuyeron en los canales propios de difusión de los materiales de explotación sexual infantil.
A pesar de que no disponemos de muchas evidencias empíricas, debido a la reciente aparición del fenómeno, existen ya bastantes razones para pensar que estos objetos van a producir más problemas y daños que beneficios a la sociedad. Se pueden considerar un “sustituto” de la realidad para satisfacer los deseos pedófilos, pero también pueden constituir un nuevo factor de riesgo de violencia sexual contra los niños, niñas y adolescentes, como lo es el material de explotación sexual infantil que tan estrechamente está asociado a la pederastia de contacto y, como tal estos muñecos se convierten en nuevos factores de riesgo y su presencia es negativa.
Es razonable pensar que la interacción entre el pederasta y el muñeco incrementa el riesgo de violencia sexual contra los niños, niñas o adolescentes por sus efectos sobre el deseo sexual en un contexto de sexo coercitivo, donde el daño físico, sexual y emocional que se provoca al niño real está, por generalización, amortiguado o eliminado (por desensibilización) y las distorsiones cognitivas se han normalizado en el pederasta (primero con el muñeco y después con el menor).
Y, a la vez, no existen evidencias de que este objeto pueda usarse como recurso terapéutico para la rehabilitación de pederastas y el tratamiento de la pedofilia. La naturaleza de los tratamientos de estos problemas conductuales no se basa en la práctica sustitutoria, sino en el desarrollo personal de mecanismos de control inhibitorio del comportamiento sexual violento. Este control inhibitorio se consigue en la medida en que desparecen las distorsiones cognitivas, y se tiene consciencia del daño que producen los abusos y agresiones sexuales sobre la infancia y adolescencia. También los tratamientos psicológicos destinados a los pederastas tratan de que éstos delincuentes violentos adquieran una mayor empatía con las víctimas, que desarrollen estrategias de evitación de los riesgos de recaída, etc… y, para ninguna de estas estrategias terapéuticas disponibles para el tratamiento de la pedofilia y la pederastia se necesitan estos muñecos. Las conductas sexuales inapropiadas también con los muñecos son, precisamente, las que hay que evitar y controlar. La violencia sexual sobre los niños, niñas y adolescentes es un delito por los daños que provoca y por la vulneración de los derechos que la ley les reconoce. La utilización de los muñecos sexuales infantiles puede constituir un nuevo factor de riesgo de la violencia sexual contra los niños y por tanto su efecto es negativo para la prevención de ese tipo de violencia.
PrevenSI.